A los 200.000 mil guatemaltecos y guatemaltecas desaparecidas y fusiladas.
Tenía quince cuando tres.
Ella se fue cuando yo no existía.
Así es que no vi su recuerdo de ella.
Cuando ya no estaba recién llegué yo.
Los árboles se acuerdan que era otoño
por las hojas sobre su pecho.
El pecho se acuerda del colgante
por la cadenita en su mano.
La mano se acuerda del regalo
por las marcas en sus dedos.
Los dedos se acuerdan del espanto
por la cara tapada por ellos.
El recuerdo quedó bajo tierra ese día.
Ella rodeada de los compas
como en una fiesta o asamblea.
Pero nadie reía ni estaba serio.
Apenas se habrán mirado para decirse adiós.
Hay un brazo que quedó suelto
bajo la nuca de mi hermana.
Entonces creo que había un su novio entre ellos,
Que ella me lo estaba por contar
justo cuando me salvé
por todavía no existir
escondida detrás de una mata.
Ciudad de Guatemala
miércoles 8 de octubre de 2008
martes, 7 de abril de 2009
domingo, 15 de marzo de 2009
Ella misma
Ella pasea por los humedales.
Si la miran, la verán pasar.
Cuando hay una flor se detiene a disfrutarla.
Cuando no, deja una gota de leche para que florezca.
En el lodo que recorre
están postrados los rostros de mujeres humilladas.
Levanta un occipital, un maxilar, un frontal izquierdo.
Rearma cráneos y les da pensamientos de libertad.
Que su madre y que su abuela,
según dicen, están ahí.
Que hasta que las encuentre los pedacitos
ella irá muriendo los días un poquito de a poco.
Que cuando estén reconstruidas,
les dará un soplo de beso que nunca hubo,
y se dedicará a vivir la vida en paz.
Así dice ella de ella misma:
me dedicaré a mí cuando deje de ser yo.
Va. Llanquin
Sábado 29 de diciembre de 2007
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